8 de decembro de 2017

Penélope tece (6)



Telémaco non deixa de falar durante a cea. Conta sen parar historias do instituto. Non quere pechar a boca e que o coma o silencio. Fala de compañeiros, materias, lecturas e clases de debuxo todos os martes e todos os xoves. Desde ben pequeno, vive no gume dun lapis. Pon cadros onde non chegan as palabras. Lapis de cores, bolígrafos, acuarelas. Os cadros de hoxe son escuros. Eu esforzábame por seguir o seu discurso. Por facer preguntas intelixentes. Por finxir interés. Quero sorrir pero o xesto quédame estático na boca, forzado, como unha náusea. Cociño a conciencia para compensar a nai ausente que son. Polo estómago.
            Mamá, canto traballo, no tes que molestarte. Pero sorrí feliz, cos ollos apagados. Abrázame e bícame. No meu corpo ríxido sinto aguillóns cernándome onde antes o meu útero latexaba. As mortas non correspondemos mostras de cariño. Reflectíanse os nosos ollos doridos. Ela come como un paxariño, baixo a miña mirada expectante, sempre lle pido un bocado máis. O corpo enmagréceme cada día, menos a barriga, que se resiste e se me crava como curva de corpo con bebé sen el. Négase a abandonarme a sensación de puerperio.



Penélope teje (6)
Telémaco no deja de hablar durante la cena. Cuenta sin parar historias del instituto. No quiere cerrar la boca y que lo coma el silencio. Habla de compañeros, asignaturas, lecturas y clases de dibujo todos los martes y todos los jueves. Desde bien pequeño, vive en el filo de un lápiz. Pone cuadros donde no llegan las palabras. Lápices de colores, bolígrafos, carboncillos, acuarelas. Los cuadros de hoy son oscuros. Yo me esforzaba por seguir su discurso. Por hacer preguntas inteligentes. Por fingir interés. Quiero sonreír pero el gesto se me queda estático en la boca, forzado, como una náusea. Cocino a conciencia para compensar la madre ausente que soy. Por el estómago.
            Mamá, cuánto trabajo, no tenías que haberte molestado. Pero sonríe feliz, con los ojos apagados. Me abraza y me besa. En mi cuerpo rígido siento aguijones cercenándome donde antes mi útero latía. Las muertas no correspondemos muestras de cariño. Se nos reflejaban nuestros ojos doloridos. Ella come como un pajarito, bajo mi mirada expectante, siempre le pido un bocado más. El cuerpo me enmagrece cada día, menos la barriga, que se resiste y se me clava como curva de cuerpo con bebé sin él. Se niega a abandonarme la sensación de puerperio.